miércoles, 27 de marzo de 2013

Tango

El día era gris y el olor húmedo del mar se metía en todos los poros del cuerpo. Las gaviotas, enfadadas, pedían la exclusividad de su territorio desde el cielo. La soledad del mar es inmensa, ofreciendo su compás a ritmo de tango, para que se baile agarrado de su espuma. Sin violencia, sin querer estar por encima. No, eso no le gusta al mar. Le gusta que se disfrute, que te dejes acariciar. Solo cuando quieres tú estar por encima, el mar se rebela y te arrastra.

Se encontraron hace tantos años que no se acordaba hacia cuanto. Sus primer baile fue un tango. Un baile lleno de pasión, donde los músicos con los ojos cerrados interpretaban un pieza lenta, llena de sentimiento. Él la cogió de la cintura y sin parar de mirarla a los ojos, la arrastraba de una parte a otra de la sala, con tal dominio que ella, sin saber donde poner los pies no se choco nunca con los suyos. Sus caras estuvieron tan cerca que sus alientos eran uno. Aquella noche no existía el tiempo, el lugar ni la razón. Solo el ritmo de la música confundiendose con los latidos de sus corazones.

Mientras lanzaba una piedra al mar, sus pensamientos volvían a ese olor a algas marinas, a sal. Ese olor que le traía a la mente el olor de él. Cuantos tangos bailaron más después de aquel primero, todos con la misma pasión. Aquello se convirtió en su forma particular de seducción. Cuantas veces habían ido, después de bailar a aquella playa, cerca del mismo punto donde se encontraba hoy ella. Aquí habían seguido bailando, a la luz de la luna. Un baile distinto, pero al fin y al cabo otro baile.

Se había girado el viento y le entro un escalofrío. Escalofrío de tanto recuerdo, de darse cuenta que aquellos momentos no se volverían a repetir. Aquel amor de juventud era especial por la frescura, por las sensaciones primeras, por la inconsciencia de no tener nada que perder, por pensar que va a durar siempre, por el amor sin interés, blanco, puro, donde la expresión "hacer el amor" es real.

Dio un respiro hondo y cerro los ojos. A pesar de sentirse tan sola como su amada playa, daba las gracias por todo lo que había vivido. Daba gracias por aquellos tangos bailados con el corazón, por aquel amor vivido en su juventud. Se toco la cara y no se reconocía las arrugas. Desde hacia unos años no se reconocía en esa mujer mayor que se miraba al espejo. No le gustaba mirarse al espejo ni hacerse fotos. Ella quería seguir manteniendo intacta la memoria de su aspecto real, el de su alma.

Un coche aparcado tenia de música de fondo al maestro Astor Piazzola y sus ojos se cerraron para hacer el recuerdo más real. Se puso su mano izquierda en la cintura y levanto su mano derecha a un hombro fantasma. Ese fantasma del recuerdo que todavía vivía en su mente. Tarareando la canción en voz baja sus piernas se movieron al compás. El dueño del coche, que lo estaba limpiando, paró para observar a la mujer bailando sola. Su camisa bailaba con el viento y su cara esbozaba una sonrisa. Una imagen tan bella que no podía parar de observarla.

 

lunes, 18 de marzo de 2013

Si o no

Las puertas se abrían dejando a la luz entrar de lleno. Esta era muy clara y fuerte llenando la habitación de calor. Sus ojos no podían mirar de tanto resplandor. De repente se despertó. La ventana estaba cerrada. Por un momento se quedo bloqueada. ¿Por que había visto la luz en sus ojos si la habitación estaba en penumbra? Se levanto con esta sensación extraña de haber perdido el norte. Miró la habitación como si no fuera suya y se vistió.  De repente se fijo en un trozo de papel que había en la mesilla de noche. En él ponía "¿Todavia me quieres?".

Se quedo mirando el papel en silencio. ¿Era una pregunta cerrada o abierta? ¿Todavia se podía querer o ya no se podía seguir queriendo? ¿Por que la gente pregunta lo que intuye? ¿Por que piensa que la realidad del sonido o de la imagen es más cierta que la intuición de la entraña visceral? Esa entraña que nace con nosotros y que se forma y deforma con la edad.

El amor es como ese anuncio de Cucal, donde decía "la cucarachas nacen, crecen, se multiplican y con cucal mueren". Pues eso, pero en vez de Cucal, aquí utilizamos la rutina, la desidia, el no apostar, el no querer seguir luchando más. Ella miró el papel con cara de Cucal. A ella las cucarachas ya no le aparecian por ningun sitio desde hacia tiempo.

Se dirigió a la cocina y puso la cafetera al fuego. No quería pensar más. Era demasiado pronto para agobiarse. El teléfono sonó. "Hola......si, acabo de levantarme.........no, no he visto ninguna nota. Me he levantado rápido para ir al baño.......espera, te llamo luego. Llaman a la puerta". Colgó el teléfono y se encendió un cigarrillo. El humo salia de la boca muy despacio al mismo tiempo que la cafetera empezaba a silbar.

Andando por la calle, miraba los escaparates. Todavía no lo había llamado, pero no le apetecía. No se sentía culpable. Solo necesitaba tiempo para pensar. Pensar sin pensar, dejar que todo fluyese y que la vida le diera una respuesta a su gran pregunta "¿Todavia le quiero?". Pasó por una floristeria y al ver las margaritas, desojo una mentalmente. "Le quiero, no le quiero, le quiero, no le quiero, le quiero, no le quiero, le quiero, ¿le quiero?¿Le quiero?......"¿Por que le parecía tan difícil contestar?

Cuando llego a casa, él estaba en la cocina. Estaba cocinando uno de sus platos especiales. Cocinaba con muchas especias y olia muy fuerte. Una bocanada de sol, de pimienta, de sudor se asentó en su estomago y le dieron ganas de vomitar. Se dirigió rápido al cuarto de baño. "¿Estas bien?" le dijo él cogiéndole la cabeza, mientras ella con espasmos se cogía a la tapa del vater. "¿Te encuentras bien?" "No, no me encuentro muy bien. Es como si me faltase el aire. ¿Puedes abrir la ventana?" Mientras él salia de la habitación, ella se miró en el espejo del cuarto de baño y al mirarse a los ojos, ellos le dieron la respuesta. "Pues va a ser que no".

lunes, 4 de marzo de 2013

Sin retorno

Desde la ventana ve caer las gotas de lluvia en el cristal. Su mirada esta ausente, mirando para adentro, en sus ideas, sus sueños. Su cabeza, como a menudo, muy dispersa e intentando hacer coincidir su realidad con ese mundo paralelo que es su realidad virtual. Una realidad que solo existe dentro de su cabeza.

Un mundo imaginario demasiado sensible para un mundo tan rudo como el de hoy en día. Se deja balancear por sus pensamientos mientras su mirada incierta se tropieza con la gente que pasa ajena a su mundo. Gente con sus propios problemas y su propia vida, pero como si en el fondo todos tuvieran esa mirada perdida de vivir una vida que no les corresponde.

Mientras coge un papel y garabatea unos dibujos sin sentido, su cabeza solo hace que pensar. No sabe muy bien como ha llegado hasta aquí, pero lo malo es que no hay vuelta atrás. Es un punto sin retorno y ella sabe que eso no es verdad. Siempre se pueden despasar los pasos hechos. Lo malo es que es cabalgando sobre personas y rompiendolos. Eso ya le ha pasado muchas veces y aunque parece que sale de rositas de toda esta batalla, siempre el dolor vuelve a pegarle al corazón. Tan fuerte, que luego tarda mucho en recobrar la rutina y se queda muy débil.

Su cabeza lleva una corona muy pesada de reina de corazones. De destrozar vidas allá donde se posa. De siempre dar patadas allá donde va. Pero solo es para hacerse paso cuando todas las cuerdas le ahogan. Ella solo quiere libertad para poder hacer lo que ella quiera y claro, eso la gente no lo entiende.  La gente piensa que cuando uno es mayor tiene obligaciones. Uno ya no puede hacer lo que quiere. Se debe a unas pautas, a unos condicionantes.

Mentira. Eso es todo mentira. excusas de mentes débiles que les da miedo reaccionar. Mentes que tienen miedo a mover ficha por el que dirán, por no poder volver hacia atrás si todo sale mal. Pero cuando lo que tienes que ganar es tan bueno, que mas da lo que pierdas si ganas el doble.

Ella llegó a casa, hizo la maleta y cuando él volvió a casa, miró la maleta, la miró a ella y se quedo mudo. "Me voy. Me ahogo aquí. Ya lo sabes. Te he dicho muchas veces que no era feliz"  Él la miro sin mirarla. Era algo que ya se había repetido en su mente varias veces. Ella se lo había repetido varias veces, pero nunca pensó que lo pudiera hacer de verdad. Ella, con los ojos llenos de lágrimas le miro a los ojos, esperando una palabra que le hiciera cambiar de idea, que le hiciera pensar que estaba equivocada, pero esa palabra nunca salió de sus labios. "¿Quieres que te llame a un taxi?" le dijo él cogiéndole las bolsas.

Después de cargar las bolsas en el taxi, se abrazaron los dos y ella susurro "lo siento" en su oído. Ella se subió a la parte trasera del coche y él espero a que el coche desapareciera. Su cara estaba triste y ella no pudo evitar las lágrimas por aquella historia rota. Una historia más que no había podido atar a aquel corazón salvaje suyo. Un corazón que echaba de menos correr libre en cuanto se sentía atrapado. Mientras pensaba en su próximo destino no podía para de llorar. Llorar por la historia perdida, y por esa maldición de querer ser libre de espíritu y de corazón.